Sentada de nuevo en su lugar secreto, aquel lugar donde se sentía en paz con ella misma, aquel lugar donde podría perderse en su imaginación sin temor alguno y rescatar sus mejores pensamientos, sus grandes anhelos e interminables deseos de aquel baúl escondido en un rincón de su corazón.
Allí, ella sentada de nuevo se sentía volver a nacer, sus temores se esfumaban y sus miedos eran disipados por una leve brisa nocturna que acariciaba su rostro y jugaba cariñosamente con su hermoso cabello castaño.
Para ella, allí reír era vivir, llorar era volar, gritar era sanar, vivir era vivir, es y siempre será vivir.
No hay comentarios:
Publicar un comentario